IN MEMORIAM: Eudy Simelane


     Eudy Simelane era la estrella de la Selección Femenina de Sudáfrica, que soñaba con arbitrar en el Mundial de su país celebrado en el 2010. Fue un referente LGBT+ en su país durante sus años como futbolista activa. La asesinaron por su orientación sexual.

      El 27 de abril de 2008, el cuerpo sin vida de Eudy fue hallado a 200 metros de su casa, en la ciudad de Kwathema. Fue una sorpresa para el país entero. La futbolista más destacada de su seleccionado nacional había sido asesinada, en una ladera, sin que nadie pudiese oír sus gritos. Nadie conocía al responsable, pero todos conocían el motivo. Simelane era mucho más que una futbolista, era un icono del movimiento LGBT+ y también era feminista. Alguien la estaba esperando. A partir de esa noche, ya nadie podía sentirse segura en Sudáfrica.

      Solo tenía 31 años, lo suficiente para ser una figura importante en su país. Centrocampista y referente de la selección femenina sudafricana, las Banyana Banyana, Eudy no solo practicaba fútbol, sino que también se había preparado para ser entrenadora y arbitra. Toda su vida estaba centrada en el deporte. Transmitía una pasión que contagiaba el amor por el fútbol, y su calidad hacia llenar las galerías y tribunas de los campos de juego. Llevaba el número 6 en su camiseta, pero jugaba como una excelsa volante creativa.

      Simelane era también valiente. Pese a vivir en un continente tan complicado como África, no tuvo ningún reparo en declararse abiertamente lesbiana. Así mismo, animaba a qué más compañeras salieran del closet, pronunciando discursos al respecto en su pueblo, Kwathema. 

      Esto, sin embargo, no gustaba a cierta gente. A pesar de que Sudáfrica fue el primer país en despenalizar la homosexualidad en 1998 en el continente africano, y también en legalizar el matrimonio homosexual en 2006, existían grupos y bandas organizadas que atacaban a las personas que reivindicaba tales derechos, y su forma de actuar era terrorífica. Amenazaban, agredían y asesinaban, causando temor en la gente que, no hace mucho, venía de salir de décadas de Apartheid. Pero las cacerías nocturnas de estos individuos no dejaban dormir a muchas personas.

      Ya en 2007 se produjo un episodio terrible. Sisakele Sigasa, defensora de los derechos homosexuales, y su amiga, Salone Massoa, fueron abucheadas a la salida de un bar y tildadas de marimachos. Posteriormente, el grupo de vándalos las persiguió en plena noche, las atraparon, las llevaron a un descampado y allí las violaron en grupo, las torturaron y asesinaron a tiros.

      Aquella ola de terror provocó mayor valentía en Eudy Simelane. Aprovechando la proximidad del Mundial del 2010, Eudy quiso ser una portavoz, denunciando episodios de violencia como el detallado anteriormente. Cada vez estudiaba más, era muy inteligente y comprensiva, y no estaba dispuesta a dejar pasar por alto circunstancias como aquella. La sensación de Simelane es que cualquier día le podía tocar a ella. Lamentablemente, no estaba equivocada.

      Primavera del 2008, una noche como cualquiera. La gente en Kwathema sale a divertirse, los bares están repletos de personas y aún queda tiempo antes de los meses de frío. Eudy Simelane acude con sus amigas a un pub. En el local hay muchas miradas, Eudy cada día era más famosa, para muchos era una referente, pero para otros era una enemiga. Toda Sudáfrica conoce que Simelane es lesbiana y que encabeza la lucha por los derechos LGBT+, mientras que las cacerías nocturnas están en pleno auge. Parte de la mente de Eudy vivía con ese miedo, sabía que las cosas podían torcerse, y aquella noche, todo lo que pudiese ir mal iba a ser peor. 

      Bien entrada la madrugada, Eudy abandonó el pub. Había estado nerviosa por algunas miradas dirigidas hacia ella, pero pensó "qué podía sucederle a estas horas?". Quizás ese fue su error. Mientras abandonaba el pub y dejaba atrás el alboroto del lugar, un sonido estremeció sus pensamientos. Eran varios pasos, no era solo una persona. Alguien la estaba siguiendo y, pese a estar en su pueblo, recordó aquellas caras que, anteriormente, no había reconocido. El terror se apoderó de ella, y la oscuridad era una desventaja evidente. Aquella agonia no iba a durar mucho, y los peores presagios se iban a transformar en una realidad terrorífica. 

      Por la espalda, Simelane recibió un golpe, luego otro y otro más. Así, mientras escuchaba amenazas, risas y vejaciones. Era una de esas cacerías, una de aquellas en qué la víctima difícilmente saldría con vida. Se intentó defender, plantando cara, pero eran varios hombres los que la rodeaban. Sufrió una paliza tremenda, de aquellas que lleva días cicatrizar. Poco después, sucedía todo lo que Eudy sabía de memoria y lo había denunciado una y otra vez. La llevaron a un arroyo, donde la violaron en grupo. Prácticamente sin conciencia, tuvo que escuchar insultos y burlas homófobas, ya que Simelane era la única lesbiana en Kwathema. 

      Posteriormente, la asesinaron. En total recibió 25 puñaladas, cada una más dolorosa, más mortal que la anterior. 

      A las pocas horas, todo el país quedó petrificado. Nadie había sido testigo de lo que habia sucedido, pero Sudáfrica entera sabía que se trataba de un crimen homofobo. De nuevo aquellas cacerías, y esta vez con una trascendencia enorme, porque quién la había sufrido no solo era una estrella de la Selección Nacional sino una de las personas que más se había atrevido a denunciar aquella circunstancia. Sin embargo, la pregunta era clara: Quién lo había hecho?Porqué tanto silencio?, Cómo podía ser que aquel asesinato quedase sin respuesta en un pueblo en que todo el mundo se conoce? 

      Poco a poco, se fueron conociendo más detalles del asesinato. Aquellas personas habían realizado lo que se denominaba una violación correctiva, es decir, aquel grupo había decidido abusar de una persona homosexual con el objetivo de curar. Sin embargo, aquellos actos acababan de una forma cruel, muchas veces con un asesinato. Se trataba de un delito de odio, un odio que les hacía perder el control de la situación y matar a su presa. 

      Pasaron los meses y la policía no encontraba respuesta a lo sucedido. Los interrogatorios eran inútiles, parecía como si alguien tuviera miedo de explicar lo que había pasado. Era imposible que nadie hubiera visto nada o que nadie se hubiese enterado de lo sucedido en la zona. Por desgracia, aquella incertidumbre, aquella falta de contundencia del estado sudafricano que se negó a catalogar lo sucedido con Eudy como un delito homofobo, provocó una ola de casos similares en pueblos pequeños, donde se conocía o se sospechaba que una mujer de raza negra era lesbiana, se producían cacerías nocturnas con violaciones y palizas, muchas veces, también con muertes. Un año después del asesinato de Simelane, otra lesbiana de 24 años, Noxolo Mogwasa, fue encontrada golpeada y lapidada hasta la muerte en el mismo municipio donde vivía Eudy. Era el colmo.

      En el caso de Eudy Simelane, la investigación avanzó muy lento. La familia de la jugadora sospechó de la policía. La madre de Eudy sabía que molestaba el hecho de que la volante había hecho cambiar de actitud a aquellas personas homosexuales que no aceptaban totalmente su condición. Para ella se trataba de una conspiración, y que la policía estaba implicada de alguna manera. Los testimonios de los vecinos de la zona no clarificaron nada, ninguno de ellos acertó en dar rasgos identificativos de los asaltantes. Al oír los gritos de Eudy, los vecinos que se desvelaron no tuvieron el valor de mirar por la ventana. Tal vez era el terror de sucesos pasados, la necesidad de mantenerse al margen de cualquier suceso trágico por su propio bien. 

      Finalmente, lo que dió resultado fue el ADN. La policía analizó con detalle los restos de las ropas de Eudy y halló huellas y restos biológicos. El vestido de la víctima les delató y el laboratorio dicto sentencia. Se trataba de cuatro individuos que no pertenecían a ninguna banda en concreto, cuatro lobos solitarios. Sus actos estaban movidos por el odio y la homofobia recalcitrante. 

      A pesar de que el juez, en un principio, se resistió a reconocer el crimen de Eudy como homofóbico, la presión de los colectivos feministas dió resultado y se inició el juicio contra los cuatro acusados en Nmupalanga. Solo uno de ellos reconoció haber cometido el delito, los demás mantuvieron la ley del silencio. En primera instancia, solo se condenó a quien reconoció los hechos, Thato Mphuthi, recibiendo 32 años de prisión, por violación y asesinato. El juicio continuó, y la presión popular fue mayor. 

      La muerte de Eudy Simelane no sería en vano, y la movilización de la gente pesó en la conciencia del tribunal. Si bien dos de los otros tres acusados restantes fueron absueltos, el tercero de ellos fue declarado culpable, pese a que en un principio negó su participación de los hechos. Fue condenado a cadena perpetua, más 35 años, por asesinato, robo y violación.

      Aquel tipo se llamaba Themba Mvubu. El hecho de no haber reconocido su autoría en un principio fue un agravante que cargará toda su vida, pero a Mvubu parece no importarle. Cuando le pidieron una disculpa pública ante el juez de aquella causa, fue claro y directo. Dijo que "no lo sentía". El delito de odio era más evidente que nunca. 

      La historia de Eudy Simelane nos enseña varias cosas. Una, que el fútbol es una herramienta de cambio inapelable, capaz de movilizar tanto o más que la religión o la política. Dos, el crimen espera a todo el mundo en todos lados, incluso a un icono del fútbol femenino de su país, a la salida de un pub de su pueblo, donde todos la conocían. Nadie está a salvo de ser víctima del ataque más atroz. 

      El legado de Eudy Simelane es impoluto. Gran futbolista, mejor referente. Descanse en paz 

Fuente: Podcast Crímenes Deportivos, del periodista Joan Prats.


     

      
      

Entradas más populares de este blog

Vuelvo, Roja Vuelvo.

Las Mejores del Fútbol Femenino Chileno 2022, según FFO.

Rachel Padrón